La economía española ha experimentado
una notable aceleración durante 2015 y se espera que el año finalice con un
crecimiento del 3´2%, el mayor registro desde la implosión de la burbuja
inmobiliaria en 2007. Son ya ocho largos años de intensa crisis que han hecho
mella en las finanzas (y la salud) de buena parte de las familias españolas.
En una típica muestra de cinismo político,
muy propia de los dirigentes del PP, Mariano Rajoy hizo de la presunta recuperación
económica su particular caballo de batalla en las pasadas elecciones. Verdadero
cinismo, porque quienes enarbolan la bandera “o nosotros o el caos” son responsables
de que esta crisis haya sido tan intensa y tan duradera. No en vano las principales
reformas acometidas por el PP (especialmente la laboral, la financiera y la
presupuestaria), amén de la cerrazón de permanecer en el euro (moneda que nos
empobrece y limita nuestra soberanía) han impreso un sesgo recesivo a nuestra
economía.
No es la primera vez que los
datos del PIB parecen anunciar el final de la crisis. Ya sucedió en 2010: en
sus tres últimos trimestres se registraron tasas positivas que parecían indicar
una pronta recuperación. Pero la historia fue muy distinta: estalló la crisis
de las finanzas griegas, los gobiernos abandonaron a toda prisa las tímidas
políticas keynesianas pactadas por el G – 20 (el “Plan – E” en España) y la
“troika” se hizo tristemente famosa por sembrar austeridad bajo chantaje de
“corralito” por toda Europa. Cabe preguntarse: si el fin de la crisis fracasó
en 2010 ¿por qué no va a hacerlo ahora que los nubarrones que se ciernen sobre
nuestra economía son tan graves o más que los de 2010?
Un examen atento de los datos nos
ofrece un panorama no tan halagüeño como el que las huestes del señor Rajoy tratan
de presentarnos.
Es obvio que la economía mundial
está en crisis: la OCDE preve que el PIB de la zona sólo crecerá un pírrico
1´4%, y un 2% la estadounidense. Estos evidentes signos de desaceleración que
pueden afectarnos tanto vía exportaciones como por el “efecto riqueza”. La
economía china parece incapaz de continuar registrando las tasas de crecimiento
de las dos últimas décadas, lo cual se ha traducido en un desplome del 45% en
la Bolsa de Shanghai desde el verano pasado. Ese empobrecimiento obligará a
bancos e instituciones chinas a malvender activos exteriores para lograr
liquidez presionando a la baja las cotizaciones bursátiles también en España: no
en vano el IBEX – 35 se ha contraído un 38% en ese mismo periodo.
Tampoco parece que a pesar de los
ingentes recursos gastados en rescatar la banca europea ésta nos vaya a deparar
grandes alegrías. Sin ir más lejos, el Deutsche Bank, buque insignia de la
banca alemana, ha perdido en unos días más del 40% de su valor en bolsa, y dado
lo interconectado que está el sistema financiero mundial, es de esperar que
arrastre consigo a nuestro sistema financiero a pesar del dineral que hemos
destinado a su salvamento tras la “orgía inmobiliaria”. Ahí están los datos: los
gobiernos europeos han inyectado 192.784 millones de euros netos y han
contraído avales a favor de la banca rescatada por valor de 271.300 millones….y
aun así nadie puede afirmar con rotundidad que el sector se haya sobrepuesto a
sus excesos especulativos. Lo más probable es que en los próximos meses
asistamos a nuevas rondas de rescates, con más recortes, más IVA y más
desregulación laboral como contrapartida: trabajar más por menos para salvar el
sistema financiero con dosis adicionales de plusvalía.
Hay que admitir que no todo ha
ido mal en el plano internacional pero para nuestra desgracia, el gobierno del
PP lo ha gestionado mal. Es el caso del efecto potencialmente beneficioso que la reducción de la cotización del petróleo
podría haber tenido en la actividad y el empleo: se ha desperdiciado porque el
oligopolio energético (con la pasividad o connivencia del gobierno) ha impedido
que se trasladara al precio de los combustibles. Los datos no mienten: desde marzo
de 2012 el precio del petróleo (en euros) ha disminuido un 70%, el de la
gasolina sólo un 22%.
Por otra parte las bases de
nuestro crecimiento son muy endebles y coyunturales. Vivimos un espejismo:
España se está beneficiando de la crisis de nuestros principales competidores
turísticos: buena parte de la ribera africana del Mediterráneo (Túnez, Egipto…)
y la propia Turquía, están perdiendo turistas que recalan en nuestras ciudades,
buscando destinos seguros, lejos de las amenazas yihadistas. En 2015 recibimos la
cifra record de 68´1 millones de turistas extranjeros: 3´1 millones más que en
2014 y de hecho hoy recibimos 15´4 millones de turistas más que cuando estalló
la “primavera árabe” (2010). Los efectos benéficos de la coyuntura turística no
solo no van a durar siempre, es que tampoco son especialmente positivos:
generan mayoritariamente empleos temporales y con salarios muy precarios. Según el INE, el salario por hora trabajada
en “Hostelería” es de 9´40 euros: el salario más bajo de todos los sectores (“Agricultura”
aparte), un 37% inferior al salario medio (14,87 €/hora, tampoco gran cosa).
Como decíamos, las principales
reformas diseñadas por el PP han sido un lastre para la recuperación económica.
Es el caso de la costosa reforma
financiera, que amén de costar mucho dinero ha eliminado las cajas de ahorros y
reforzado el poder oligopolístico de la banca. El sector público ha inyectado
46.378 millones de euros y ha contraído avales en favor de la banca valorados
hoy en 55.090 millones de euros. Además han recibido hasta 389.000 millones de
euros en préstamos del BCE a tipos muy próximos al 0%. Y sin embargo la banca
no presta, el crédito no despega: son ya 58 meses consecutivos de contracción
del crédito a hogares y empresas. Nos guste o no el capitalismo tiene su propia
lógica: no es posible crecer sin una producción masiva de bienes de consumo. Es
alienante y es antiecológico, cierto, pero forma parte de las reglas básicas
del sistema. Y esta condición no puede cumplirse sin la expansión continua y
creciente del crédito, cosa que hoy por hoy no se está produciendo. La
conclusión es clara: al convertir a la banca privada en árbitro de los intereses
públicos, sólo se ha conseguido que aquella imponga sus propios intereses (su
propio pánico) a los intereses generales. Hace falta banca pública que traslade
a la economía productiva los ingentes recursos que permanecen empantanados en
el sistema financiero.
La reforma laboral de febrero de
2012 es otro lastre para la recuperación de la actividad y el empleo: al
facilitar el despido (tanto individual como colectivo) y reducir drásticamente
las indemnizaciones, todos los trabajadores somos ahora objetivamente menos
solventes; la probabilidad de que no podamos hacer frente a hipotecas y
créditos al consumo se ha elevado lo cual, unido a la actitud codiciosa y miope
de la banca, impide el acceso al crédito y el despegue del consumo. Además de
derogar la reforma laboral de 2012 es necesario imponer directrices a la banca
que relajen las condiciones de acceso al crédito. Otra consecuencia ha sido el
desplome la participación de los salarios en el PIB: si en 2008 las rentas de
trabajo constituían el 58% del PIB, en 2015 se redujo al 54% y se prevé que
descienda al 53% en 2017.
La reforma de las finanzas
públicas, que subordina el gasto público al trasnochado principio de “equilibrio
presupuestario” en todas las AAPP, imprime un sesgo recesivo en momentos en lo
que se espera del Estado es un papel dinamizador de la economía. El “techo de
gasto” hará que los presupuestos tengan cada vez un menor peso en la economía. Se
trata en definitiva de una reforma que desactiva los presupuestos como
herramienta de política fiscal anticíclica.
Pero si la política monetaria
está secuestrada por el BCE al servicio de la estabilidad de precios, y si la
política fiscal está constreñida por el equilibrio presupuestario y el techo de
gasto…¿qué herramientas quedan a los poderes públicos para intervenir en la
economía y lograr el pleno empleo? No son otras que las típicas del “consenso
de Washington”: políticas agresivas de “desregulación laboral”, “desprotección
social” y “privatizaciones”. En otras palabras: “reformas al estilo de la
troika”.
Comenzaba diciendo que el actual
repunte del PIB es un espejismo, que probablemente nos asomemos a una tercera
recesión. Vivimos un momento crítico: cuando parecía que no quedaba más gasto público
por recortar la Comisión Europea ya ha lanzado varios globos sonda: exigirán al
nuevo gobierno recortes de entre 9.000 y 20.000 millones de euros. Recortes y
crisis que se va a cebar con una clase obrera empobrecida: hoy solo 45 de cada
100 parados cobra alguna prestación cuando al inicio de la crisis (2007) eran
77 de cada 100, y la prestación media es de sólo 780 € mensuales, un 24% menos.
Al menos una conclusión es clara: los comunistas seguiremos siendo necesarios
en el futuro inmediato para defender a los trabajadores de las nuevas
agresiones de que van a ser objeto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario