sábado, 10 de marzo de 2012

TRES FALACIAS


En Economía, como en cualquier otra ciencia, conviene ser precisos en la utilización de aquellos términos y conceptos que el común de los ciudadanos suele emplear como si fueran sinónimos, pero que en Economía no lo son. De lo contrario, se puede incurrir en falacias y en recomendaciones erróneas en materia de política económica. Algo así sucede cuando confundimos “dinero” y “recursos”.

Algunos dirigentes el PP, entre ellos la Sra Aguirre, justificaban los recortes presupuestarios por la necesidad de reducir el gasto público en sí mismo, ya que supuestamente la Administración consume recursos que necesita el sector privado: reduciendo el gasto público “liberamos” dichos recursos de modo que la empresa privada puede utilizarlos para reactivar la economía. Es lo que en la teoría neoclásica se denomina “efecto expulsión” o “efecto crowding out”. Pero en realidad la Sra Aguirre decía “recursos” donde quería decir “dinero”: cada euro que pide prestado un gobierno deja de estar disponible para que sea prestado a la empresa privada, limitando así las posibilidades de crecimiento de la economía. Dicho así parece que las Administraciones Públicas son las responsables de la escasez de crédito que atenaza a empresas y consumidores, lo cual es falso.

Quisiera reseñar tres falacias al respecto.

Primera falacia: “la escasez de recursos limita nuestro crecimiento”.

Al contrario, en España no faltan recursos, y los sectores público y privado no compiten por ellos. No debemos confundir dinero y recursos.

Para crear riqueza, esto es, bienes y servicios útiles a la población, necesitamos recursos: mano de obra, maquinaria, materias primas, instalaciones… incluso el “talento” es un recurso. De todo eso sobra en España. Tenemos más de 5´2 millones de desempleados: hay mano de obra disponible más que suficiente para que tanto el sector público como el sector privado puedan utilizarlos en tareas útiles. Nuestros campos son tan fértiles como hace unos años, y nada ha esterilizado nuestros olivos ni nuestra cabaña ganadera para impedirles suministrarnos los bienes que de ellos se espera. Nuestras fábricas también están siendo infrautilizadas: trabajan al 72% de su capacidad y están disponibles para atender cualquier pedido de producción, ya provenga del sector público o privado. El dinero es simplemente un accesorio cuya mala programación puede distorsionar el logro del pleno empleo.

Por tanto escasea el dinero, no los recursos.

Segunda falacia: el dinero escasea por la falta de credibilidad del Estado, cuyo abultado déficit eleva la prima de riesgo y ahuyenta a los prestamistas. Falso.

En España falta dinero porque de la mano del euro (ese costoso capricho burgués) hemos construido un sistema monetario y financiero ineficiente. El dinero es una institución, una creación social, un artificio, papelillos de colores debidamente numerados: no crea riqueza sino que es el mecanismo que facilita los intercambios y su escasez, como ahora ocurre, puede entorpecer el normal funcionamiento de la actividad económica. El dinero es el vehículo que permite transmitir información de los consumidores a las empresas: el dinero es como un mandato de producción y su actual escasez envía un mensaje erróneo a las empresas…. “que no produzcan nada porque las familias no desean comprar nada”.

Nuestro sistema financiero y monetario está mal diseñado, no permite emplear los recursos a plena capacidad. Al instituirse el euro como moneda única cedimos la política monetaria en manos del Banco Central Europeo (BCE), una institución subordinada a los intereses del capital, dirigida por banqueros que provienen de la banca privada y que no cumple las tareas mínimas que cualquier rudimentario manual de economía establece para los bancos centrales: ni ha supervisado correctamente el sistema financiero ni actúa como prestamista en última instancia. Esto se traduce en la práctica en una política monetaria contraproducente: necesitamos dinero abundante y barato para que las Administraciones Públicas financien su déficit sin tener que recurrir a los especuladores. La famosa prima de riesgo podría reducirse a 0% si el BCE pusiera dinero fresco en poder de las economías nacionales, prestando directamente a los Gobiernos. EL BCE tiene la maquinita para fabricarlo, no sería necesario pedirlo prestado a banqueros ni fondos de inversión privados. Pero entonces ¿qué ganarían ellos? El diseño actual del BCE dota de un enorme poder político y económico a estas empresas. Tanto que les ha permitido incluso chantajear a nuestros diputados y reescribir la Constitución española contra a voluntad mayoritaria de los ciudadanos. No sólo el Estado de Bienestar sino el propio parlamentarismo son victimas del euro.

Por el contrario el BCE ha preferido prestar dinero directamente a la banca privada (133.177 millones de euros solo a la banca española), dinero que ésta mantiene inmovilizado para protegerse a la espera de tiempos mejores.

Tercera falacia: la recuperación vendrá de manos del sector privado y por eso hay que tomar aquellas medidas que fomenten la confianza.

¿Cuándo crecerá la economía? Cuando los bancos decidan prestar. Pero así, el actual sistema monetario convierte a los ciudadanos en rehenes de unos bancos atenazados por el miedo a la insolvencia, insolvencia que ellos mismos crean con su mezquindad. No prestan por miedo a no cobrar y, no prestando, el paro crece y con ello la insolvencia. Hoy por hoy los bancos son creadores de insolvencia, un obstáculo al pleno empleo. Además de injusto, este sistema no es muy eficiente: los bancos no son sabios, no disponen de más ni mejor información que el sector público y buena prueba de ello ha sido las mañas prácticas en las que han incurrido en los últimos años…. Desde la financiación compulsiva de la burbuja inmobiliaria a la colocación fraudulenta de cuotas participativas de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

Este círculo vicioso debe romperse desde las Administraciones Públicas. Como sostenía Keynes hay un amplio abanico de necesidades sociales que cubrir y a las que aplicar los recursos de los que dispone el país (colegios, hospitales…), no hace falta hacer hoyos en el suelo para volver a rellenarlos de tierra, ni construir aeropuertos que no van de ningún sitio a ningún lugar. Pero ello exige un cambio en el sistema monetario: o abandonamos el euro y devaluamos la nueva moneda o cambiamos radicalmente el modelo de gestión del BCE.

  [También recomiendo la lectura de "Estafa e Ingeniería Financiera: el Caso de la Caja de Ahorros del Mediterráneo" o "Participaciones Preferentes: la Nefasta Experiencia Española"].