La nueva etapa con la caída del precio del petróleo que estamos viviendo a nivel mundial supone un grave riesgo para la continuidad de las políticas de orientación “chavista” en América Latina. El impacto de los precios del petróleo ya se está dejando notar en las respectivas balanzas de pagos y en los saldos presupuestarios (leer aquí).
lunes, 30 de marzo de 2015
sábado, 7 de marzo de 2015
Syriza: o Salónica o el euro.
La carta remitida al Eurogrupo por
el ministro griego de finanzas, Sr Varoufakis, ha causado casi tanto revuelo
como sus primeras apariciones públicas tras la esperanzadora victoria de
Syriza. Los desplantes de primera hora a la “troika” han dado paso al inicio de
una negociación en la que muchos vislumbran una temprana traición al programa electoral
(el llamado “Programa de Salónica”) que les condujo a la victoria de 25 de
enero.
Es muy pronto para vaticinar como
van a discurrir los acontecimientos, pero es útil matizar algunas afirmaciones
que se vierten en los medios de forma poco rigurosa.
En primer lugar, la carta remitida
por el ministro Varoufakis el 23 de febrero al Eurogrupo (ministros de finanzas
de los países que forma parte del euro), es sólo una declaración formal de
inicio de negociaciones sobre el programa de estabilización (“Programa de
Ajuste Económico”) firmado en mayo de 2010 y actualizado en 2012 entre la
“troika” y el gobierno griego, presidido entonces por el socialdemócrata Yorgos
Papandreu. De hecho, y como corresponde a este tipo de procesos, se trata de un
documento escrito en términos muy generales, que emplaza a los negociadores
para discutir un documento más concreto a finales de abril próximo. No es ni
siquiera un esbozo de las pretensiones del gobierno de Syriza. Por esa misma
razón es un texto pactado entre ambas partes (Eurogrupo + Gobierno griego), no
un texto espontaneo.
Para algunas voces, el simple hecho de que el gobierno del
señor Tsipras se haya prestado a negociar los términos del rescate en curso en
vez de denunciarlo sin más supone de por sí una traición al “Programa de
Salónica”, en el que de forma expresa reclamaba: “Cancelar la mayor parte del valor nominal de la
deuda pública para que sea sostenible en el contexto de una «Conferencia europea de la deuda»… Incluir
una «cláusula de crecimiento» en el pago de la parte restante de la deuda, de modo
que sea financiada en base al crecimiento y no el presupuesto. Incluir un
período significativo de gracia («moratoria») en el servicio de la deuda para dedicar
fondos al crecimiento. Excluir la inversión pública de las restricciones del
Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Un «New
Deal europeo» de inversión pública financiada por el Banco Europeo de Inversiones.
Flexibilización cuantitativa del Banco Central Europeo con compra directa de
bonos soberanos”.
El texto da “una de cal y una de arena”, guiños a la izquierda
y guiños (muchos) a la derecha. Entre los primeros, el acento en la lucha
contra el fraude fiscal como fuente principal de ajuste presupuestario frente a
los tradicionales recortes de gasto público; la renuncia a nuevas
privatizaciones o la implementación de un plan contra la crisis humanitaria que
sufren los griegos (subsidios para electricidad, alimentos, etc). Entre los
segundos, la renuncia a la creación de empleo público, el respeto a los procesos
de privatización ya culminados o en curso, la posibilidad de una subida
encubierta del IVA y, en definitiva, la garantía de que ninguna medida
(incluyendo la lucha contra la crisis humanitaria) afectará a los objetivos de
déficit público negociados con la “troika”.
La carta es en realidad un formalismo y no hay evidencias
que nos permitan asegurar que Syriza ha renunciado ya a su programa original:
las partes se han dado un tiempo y desconocemos si en estos momentos, entre
bambalinas, afilan cuchillos para un “enganchón” digno de gatos en celo o si,
por el contrario, tejen armoniosa y silenciosamente un encaje de bollillos neoliberal
al gusto del BCE.
Lo que sí es evidente es que esta carta y el “Programa de
Salónica” son absolutamente incompatibles por dos razones: a) por su coste, 11.000
millones de euros (alrededor del 6% del PIB griego), que supondría una severa
desviación de la senda de ajuste de déficit público impuesta por la “troika” y
b) porque el “Programa de Salónica” implica la paralización del programa de
reformas impuesto a Grecia en la negociación del rescate.
En mi opinión, o bien el gobierno griego se pliega a las
exigencias de la “troika” y renuncia al “Programa de Salónica” (cosa que personalmente
no deseo) o bien entra en conflicto abierto con ella para dar cumplimiento al
programa electoral con el que consiguió el apoyo mayoritario de la población
helena.
Seamos sinceros: mientras Grecia permanezca en el euro, desobedecer
a la “troika” supone el riesgo de ser castigado con un corte en el suministro
de liquidez al sector público y sector financiero. El gobierno griego necesita
dinero fresco por importe de 31.100 millones de euros para cubrir el déficit
público y refinanciar la deuda que vence en 2015; la banca griega debe más de
56.000 millones de euros al BCE. Mantenerse en el euro es aceptar que el mango
de la sartén sigua en manos de la “troika”: cualquier desviación de la senda
neoliberal marcada por la “troika” puede desembocar en una crisis de iliquidez
de consecuencias catastróficas en la que ningún gobierno democrático está
dispuesto a incurrir. El precio de ese irracional “culto al euro” es ya
evidente: más desempleo, más pobreza y más desesperanza para el pueblo griego.
El gobierno de Syriza debería contemplar una salida ordenada
del euro como una oportunidad. Incluso los economistas no dogmáticos de la
derecha europea lo entienden así.
Salir del euro supone recuperar la soberanía monetaria lo
cual no es un asunto de nacionalismo nostálgico: supone la posibilidad de
reactivar el crédito y poner a funcionar la economía griega. Son ya 51 meses consecutivos
de contracción nominal del crédito (desde octubre de 2010) y ninguna economía capitalista
puede crecer sin crecimiento crediticio. Disponer de moneda propia supone la
posibilidad de impulsar el crédito, el crecimiento y el empleo.
Si además esa salida del euro va acompañada de una
devaluación, ello permitiría recuperar la competitividad perdida frente a sus
principales socios comerciales. Actualmente la balanza comercial griega es
deficitaria por importe superior a 20.000 millones de euros y el drenaje de
recursos que se produce por esa vía supera, con mucho, el ahorro de divisas que
ha logrado el país ajustando su déficit público: de hecho es 10 veces superior
al déficit público previsto para 2015. ¿De qué sirven recortar servicios
públicos si las divisas se fugan por una balanza comercial deficitaria
ocasionada por la falta de competitividad? Con una devaluación se restauraría
parte de la competitividad perdida desde la incorporación de Grecia al euro (un
11´1% frente a sus socios de la Eurozona), cosa que no se ha logrado con las
medidas de austeridad y liberalización salvaje promovidas por la “troika”. Por
supuesto, la salida del euro debe ir de la mano de una decidida lucha contra el
fraude fiscal, de modo que ese mayor crecimiento económico revierta en una
mejora de las finanzas públicas.
Ciertamente el abandono del euro podría provocar algunas
turbulencias financieras pero la Historia demuestra que con los controles de
capital adecuados estas son transitorias y con un impacto limitado sobre el PIB:
Grecia no es el primer caso (ni sería el último) de un país que abandona un
tipo de cambio fijo o devalúa su moneda. La restauración del crecimiento no
solo permitiría reducir ostensiblemente las actuales tasas de desempleo y
pobreza (26´6% y 35´7% respectivamente), dando así cumplimiento a un programa
electoral que ha concitado la esperanza mayoritaria de la población helena,
sino que incluso favorecería un rediseño más racional de la nueva Eurozona,
integrada por aquellos países con una evolución más pareja en materia de
productividad.
viernes, 20 de febrero de 2015
La Privatización de las Cajas de Ahorros Españolas
Las cajas de ahorros han sido las víctimas silenciosas de las
drásticas reformas financieras acometidas desde 2009 como parte de la
estrategia de los gobiernos españoles frente a la crisis. Los datos son
harto elocuentes: si en 2008 el sector de cajas de ahorros estaba
integrado por cuarenta y seis entidades, actualmente sólo quedan cinco. (pinchar aquí).
miércoles, 21 de enero de 2015
La auditoría de la deuda y el futuro del euro
La idea que defiendo en estas líneas es bien sencilla de
formular: resulta un contrasentido aspirar a reestructurar la deuda pública y,
simultáneamente, mantenerse aferrado al euro. Abandonar planificadamente la
moneda única es una medida menos conflictiva pero más eficaz para la
recuperación de nuestra economía que suspender el pago de la deuda externa. Por
eso no es políticamente creíble propugnar la permanencia de España en el euro
por miedo a la reacción de los mercados mientras se desprecia la respuesta, a
todas luces más violenta, que una reestructuración unilateral de la deuda
pública conllevaría. Tan absurdo, salvando las distancias, como temer las
consecuencias del contagio de una gripe y no a las del ébola.
La extraordinaria duración e intensidad de la actual crisis
en España contrasta con la exitosa experiencia de países gobernados por la
izquierda transformadora en América Latina, particularmente en lo que a gestión
de la deuda se refiere. Esto ha propiciado la irrupción del debate sobre qué
hacer con nuestra exorbitante deuda pública, debate en el que son continuas las
referencias a la experiencia latinoamericana (y muy especialmente a Ecuador).
Ciertamente el problema de la deuda es susceptible de muchos enfoques no
excluyentes entre sí, pero me gustaría centrarme en el plano económico, más que
en el aspecto político o ético.
Sabemos que la deuda es una losa que lastra nuestra
recuperación económica y obliga a los ciudadanos a trabajar a cambio de
salarios reales miserables, más miserables aún una vez descontados los
impuestos a los que hay que hacer frente pasa satisfacer las demandas de la
“troika”.
Frente a ello se manejan varias alternativas. La primera de
ellas es la realización de una “auditoría sobre la legitimidad de la deuda”.
Recordemos que una auditoría de esa naturaleza es
ante todo un “proceso político”, un proceso de “toma de conciencia popular”,
una especie de revisión histórica de lo que se ha hecho mal, en el que la labor
del economista es más de soporte técnico que protagonista. Además, se pretende
que el efecto de la auditoría no sea testimonial: se trata de identificar qué
deudas es ilegítimo pagar y… efectivamente… no pagarlas. Salvo que estemos
hablando de “auditoría de deuda” en un sentido banal, como mero ejercicio de
erudición o como aquelarre festivo, la auditoría es un proceso que
necesariamente desemboca en una fase de “conflicto con los acreedores”.
También es frecuente recurrir al
concepto “reestructuración de la deuda”. La reestructuración es en principio un
proceso negociado, una alternativa al conflicto con los acreedores, en la que
la deuda se paga… pero en condiciones que garanticen la viabilidad de la
economía deudora (por ejemplo modificando los plazos, carencias o tipos de
interés). Obviamente se puede negociar una quita, y no sería la primera vez que
los acreedores lo aceptan. Pero lo único que se hace es convalidar las deudas
heredadas del pasado: darlas por buenas independientemente de su origen. Esta
noción de restructuración, dominante en el mundo financiero, choca
diametralmente con el concepto de “auditoría de legitimidad”. Cosa distinta
sería reestructurar “unilateralmente” la deuda, sin negociación con los
acreedores: en ese caso estaríamos en una situación análoga a la del impago.
Al no disponer de una moneda
propia, cualquier intento de hacer efectivos los resultados de una verdadera
“auditoría de deuda”, cualquier intento de actuación unilateral del deudor
(impago total o parcial, reestructuración…) podría traer como consecuencia no
ya una reacción de los mercados (eso por descontado), sino simple y llanamente
el corte de suministro de dinero por parte del banco emisor. Recordemos que la
banca española debe actualmente 150.994 millones de euros al BCE: si en
respuesta a la legítima auto – reestructuración de la deuda el BCE opta por no
refinanciar esos saldos, nuestra economía se vería colapsada en cuestión de
días. Simple y llanamente por falta de circulante con el que operar. La
conclusión es que necesitamos una moneda y si el BCE, en represalia política,
no está dispuesto a facilitárnosla no tendremos más opción que procurárnosla
nosotros mismos como históricamente han hecho todos los países soberanos.
Conviene advertir que es muy
diferente “salir programadamente” del euro que ser “expulsado abruptamente” del
club.
Con una salida programada del
euro, en la que se diseñasen mecanismos de respuesta a eventuales turbulencias
transitorias (controles de capitales, etc), recuperaríamos la autonomía
monetaria lo cual nos permitiría practicar políticas económicas expansivas y
selectivas: hoy el acceso al crédito es tremendamente fácil si lo que se
pretende es especular en alguno de los innumerables mercados abiertos a nivel
mundial, y casi imposible para instalar una fábrica y crear empleo. Y mucho más
fácil para las grandes corporaciones que para la pequeña empresa.
Adicionalmente podríamos devaluar la nueva moneda frente a nuestros
competidores, que falta nos hace porque una de las consecuencias del carácter
rentista y especulador del empresariado español es la pérdida sistemática de
competitividad exterior por falta de inversión – financiación de actividades
I+D+i; y en el corto plazo ese desequilibrio sólo puede corregirse
(desgraciadamente) mediante una devaluación.
Obviamente el tipo de cambio de
la nueva moneda, como sucede siempre,
dependería en parte de los mercados financieros, en parte del
comportamiento de nuestros agregados macroeconómicos y en parte de la política
cambiaria de nuestro propio banco central. Es más, podríamos establecer un
régimen cambiario que vinculase nuestra nueva moneda al euro pero de manera
flexible para corregir la evolución de nuestra productividad.
Curiosamente un abandono
programado del euro permitiría que todos los acreedores cobrasen: pero en
nuestra moneda, o en dólares… como ha sucedido tradicionalmente. Y de hecho el
impacto positivo sobre el PIB haría disminuir la ratio deuda/PIB y relajaría
las previsibles tensiones financieras iniciales. Recuperando el crecimiento
económico desaparecería el pernicioso “efecto snowball”, por cual del cual
nuestra deuda externa crece inercialmente. Es, desde luego, una opción menos
conflictiva que el impago total o parcial de la deuda declarada unilateralmente
“ilegítima”.
Se habla mucho de la exitosa
experiencia ecuatoriana: una experiencia que difícilmente podríamos reproducir en
España. En mayo de 2009, después de un intenso y ejemplar proceso de auditoría
sobre la legitimidad de la deuda que el presidente Rafael Correa encomendó al
CAIC (Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público), se declaró la
mora en el pago de los intereses de la deuda denominada Bonos Global 2012 y
2030, rescatando un nominal de 3.241 millones de dólares por el 35´5% de su
valor, con lo que la deuda externa se redujo en un tercio, del 18´6% al 14´2%
del PIB y se produjo un importante ahorro para las arcas públicas.
La operación no fue inocua en
términos macroeconómicos (el PIB cayó del 6´4% de 2008 a un exiguo 0´6% en
2009, y las reservas externas pasaron de 4.473 millones de dólares a poco más
de 2.675 millones), pero el Gobierno de Rafael Correa supo enfrentarlos
implementando medidas del siguiente tenor: en materia arancelaria se crearon/aumentaron
aranceles en 627 subpartidas arancelarias (algo ilegal entre países miembros de
la Unión Europea); ante la fuga de inversores las emisiones de deuda pública
ecuatoriana fueron sustituidas por préstamos bilaterales de los que China es
principal contraparte, poseyendo actualmente deuda ecuatoriana por valor de
4.695 millones de dólares, equivalente al 28% de su deuda externa (y
garantizada íntegramente con petróleo ecuatoriano). ¿Qué país jugaría para
España ese rol de asistente financiero que China desempeña con Ecuador? Además,
Ecuador tiene su propia moneda, aunque vinculada al dólar estadounidense desde
la reforma monetaria de marzo de 2000, lo que le permitió cierto grado de
autonomía para practicar una política monetaria que compensase los posibles
efectos contractivos de la fuga de capitales: nuestra permanencia en el euro
hace inviable una respuesta monetaria de ese tenor. Por último, pero no menos
importante, es justo resaltar que a partir de 2009 el precio del petróleo,
principal exportación ecuatoriana, comenzó una senda alcista que duró hasta
junio de 2014: si las exportaciones petroleras ecuatorianas fueron de 6.284
millones de dólares en 2009, en 2013 se batía el record de 13.412 millones. Los
ingentes recursos tributarios asociados al petróleo evitaron que el Gobierno
ecuatoriano tuviera que acudir de forma sistemática y precaria a unos mercados
internacionales “escaldados” con la quita de 2009.
En resumen, la cuestión de fondo es ésta: ¿qué grado de
conflicto estamos dispuestos a asumir para salir ya de la crisis? Desde luego
una salida programada del euro resulta menos conflictivo que el impago o la
reestructuración unilateral de la deuda.
martes, 6 de enero de 2015
La izquierda latinoamericana sin petróleo
La nueva
etapa de petróleo “barato” que estamos viviendo a nivel mundial supone un grave
riesgo para la continuidad de las políticas de orientación “chavista” en
América Latina: así de sencillo, así de triste y así de grave.
La
gran obra de los gobiernos de inspiración chavista ha consistido en poner por
vez primera en la historia de Latinoamérica los recursos naturales de los países
respectivos al servicio de sus ciudadanos. Obviamente ni era ni es justo
esperar que en tan pocos años de gestión estos gobiernos recuperasen todo el
tiempo perdido bajo el mandato de las oligarquías poscoloniales: recordemos que
el chavismo gobierna Venezuela desde 1999; Evo Morales preside Bolivia desde
2006 y Rafael Correa es presidente de Ecuador desde 2007. Poco tiempo cuando se
trata de corregir desequilibrios históricos.
Tanto
en términos de prosperidad como en términos de desarrollo, lo logrado hasta el
momento es bastante satisfactorio y merece ser calificado como proeza: según la
evolución del Índice de Desarrollo Humano (elaborado anualmente por Naciones
Unidas), estos países han experimentado avances socioeconómicos muy importantes;
de hecho mientras ese indicador ha crecido un 2´9% en España en el periodo 2005
– 2013, estos países lo han hecho a un ritmo muy superior (véase Cuadro 1). Un botón de muestra: en solo 10
años, la pobreza extrema (proporción de habitantes que viven con menos de 2
dólares al día) ha sido reducida a la mitad.
Cuadro 1
Evolución del Índice de Desarrollo Humano de
Naciones Unidas
|
|||||
|
2005
|
2013
|
Variación
|
||
|
Puesto
|
IDH
|
Puesto
|
IDH
|
|
Bolivia
|
108
|
0,636
|
105
|
0,667
|
4,9%
|
Venezuela
|
70
|
0,716
|
64
|
0,764
|
6,6%
|
Ecuador
|
87
|
0,687
|
92
|
0,711
|
3,4%
|
España
|
26
|
0,844
|
26
|
0,869
|
2,9%
|
Fuente: elaboración propia
a partir de IDH (PNUD).
|
Sin
embargo, una de las principales deficiencias de su gestión, y que ahora cobra
triste actualidad, ha sido precisamente la insuficiente diversificación de su
estructura productiva: recibieron economías fuertemente dependientes de la
producción de petróleo y gas natural (monocultivos energéticos) y… una década
después lo siguen siendo. En el caso de Ecuador el petróleo constituye el 54´8%
de sus exportaciones, en Bolivia gas natural y petróleo suponen otro 56´8% y en
Venezuela la cifra se dispara hasta el 66´7%. Por esta razón buena parte del
PIB de estos países y de los ingresos presupuestarios de sus respectivos
gobiernos dependen de la exportación de hidrocarburos. La caída en la
cotización media del petróleo (105 $/barril entre 2011 y 2013, frente a los 60$/barril
actuales) supone un duro golpe macroeconómico frente al que los gobiernos
tendrán que tomar medidas.
La caída
del precio del petróleo afectará en primer lugar al PIB por la vía del consumo
privado, al disponer ciudadanos de menores ingresos procedentes de los
dividendos y salarios generados por el sector. A eso hay que sumar una segunda
ronda: los menores ingresos fiscales se traducirán en desequilibrios a los que
los gobiernos tendrán que responder mediante ajustes fiscales que pueden
deprimir adicionalmente la demanda agregada. Paralelamente, es de esperar que
este deterioro macroeconómico conlleve un endurecimiento en el acceso al
crédito (tanto interno como externo) que retroalimente el ciclo recesivo.
China, uno de los principales sostenes financieros de estas economías, también
parece enfriarse por lo que la colocación privilegiada de la deuda soberana de
estos países puede sumar nuevas dificultades.
Según
las previsiones del FMI la peor parte se la llevará Venezuela, para cuyo PIB se
estima una caída del -3% este año y otro -1% en 2015. En principio Ecuador y
Bolivia podrían vadear la crisis puesto que se estima crecimientos del PIB del
4% y del 5% respectivamente para el año próximo, cifras exorbitantes desde la experiencia
europea pero que suponen una peligrosa desaceleración si lo comparamos con el pasado
inmediato. Además, hemos de tener en cuenta que estos cálculos fueron hechos
por el FMI suponiendo que el precio medio del petróleo sería de 102´7 $/barril
durante 2014 y 99´4 durante 2015, cuando actualmente el petróleo cotiza por
debajo de los 60$/barril.
El impacto
de los precios del petróleo ya se están dejando notar en las respectivas
balanzas de pagos y en los saldos presupuestarios. En el caso de Ecuador las
exportaciones han crecido este año a una tasa del 5´4% (un ritmo cuatro veces
menor que en años anteriores) y el déficit público cerrará en un -4´2% (también
cuatro veces superior al de años anteriores). En el caso de Bolivia, el mayor
peso de las exportaciones de gas frente a las petroleras, ha atenuado el impacto
de los nuevos precios: las exportaciones aún crecen a buen ritmo (9%) y el
presupuesto cerrará el año con un pequeño déficit (-0´4% del PIB). Venezuela es,
con diferencia, el caso más dramático: las
exportaciones han caído un 7´8% este año, que viene a sumarse a otra caída
de -8´8% en 2013 y el déficit público cerrará en un -2´8% del PIB. Estos
desequilibrios vienen a complicar aún más la hiperinflación crónica que sufre
el país y que ni en los mejores años del chavismo fue capaz de controlar: el
mejor dato fue el correspondiente al año 2001 (un 12´5%) y actualmente los
precios crecen a un ritmo del 63´4%.
Lo
que estos datos demuestran es que la sombra del ajuste presupuestario
sobrevuela las economías de estos países. Ante ese escenario merece la pena
defender el legado de estos años de gobierno y esperar que estos países
implementen medidas alternativas a las que los organismos multilaterales nos
tienen acostumbrados. El ajuste ante a caída de los precios del petróleo es sin
lugar a dudas inevitable, pero no tiene necesariamente que consistir en
recortes sociales ni en aumentos regresivos de la tributación. Confiemos en que
el coraje que han demostrado estos años ante los embates del FMI y el Banco
Mundial sirva ahora para enfocar el nuevo escenario.
martes, 30 de diciembre de 2014
Las posibilidades del petróleo barato
Estos
días es noticia la brusca caída del precio del petróleo en los mercados
internacionales. En realidad tipos de petróleo hay muchos, y el que sirve de
referencia para las economías europeas (el tipo “Brendt") ha pasado de cotizar
a 145 dólares/barril en el mes de junio a 58 dólares/barril de la actualidad,
lo que supone una reducción del 48%.
Dejando
a un lado las circunstancias geopolíticas que nos han conducido a este
escenario, lo cierto es que un petróleo significativamente más barato puede
acelerar la salida de la crisis. Según las estimaciones del FMI, la economía
europea crecerá este año un 0´8% y el año próximo un 1´3%. En el caso de España
el crecimiento estimado es de un 1´3% este año y un 1´7% el próximo. Estos
cálculos fueron hechos suponiendo que el precio medio del petróleo sería de
102´7 $/barril durante 2014 y 99´4 durante 2015. Lo cierto es que el año en
curso finaliza con un precio medio de 100´28$/barril lo cual hace pensar en una
revisión al alza de las estimaciones de crecimiento de nuestro PIB.
¿A
cuánto ascenderá el impacto del petróleo barato en nuestra economía? Estudios
del Banco de España estiman que una reducción del precio del petróleo en un 50%
causaría un incremento del PIB español de un 1´1%, sin embargo, no es probable
que en el corto plazo asistamos a un escenario tan favorable.
En
primer lugar porque el precio relevante a efectos de la economía europea es el
que se mide en euros, no en dólares. Desde junio el euro se ha depreciado un 9%
en relación al dólar, por lo que la reducción efectiva del precio del barril es
tan solo del 39%: si el euro continúa perdiendo valor frente a la moneda
norteamericana, el abaratamiento del petróleo tendría unos efectos más exiguos
sobre la economía.
En
segundo lugar, es necesario que esa reducción de precio se haga efectiva para
consumidores y empresas, y en toda la gama de productos derivados del petróleo:
de acuerdo con las estimaciones del IPC, desde junio los precios de los
carburantes y combustibles sólo han experimentado una reducción del 4´5%. Si la
reducción del precio del petróleo no se traslada con más intensidad y rapidez
al bolsillo de los consumidores no podrá generarse el efecto renta que ha de
impulsar el consumo privado y con ello el PIB. En este sentido, la estructura
oligopolística del mercado español de hidrocarburos se revela, una vez más,
como un lastre para la recuperación económica.
En
tercer lugar, debe tenerse en cuenta que los gobiernos suelen aprovechar las
bajadas de la cotización del petróleo para aumentar los impuestos sobre los
hidrocarburos de forma silenciosa. De hecho actualmente el precio sin impuestos
de la gasolina de 95 octanos es de 0´662 €/litro, y 0´689 €/litro el gasoil. Existe
el riesgo de que el gobierno del sr Rajoy aproveche la coyuntura para aumentar
la imposición sobre hidrocarburos y obtener ingresos fiscales adicionales que
le permitan cumplir con los objetivos de déficit público impuestos en el plan
de rescate firmado el 23 de julio de 2012 con la “troika”.
Por
último, pero no menos importante, debe tenerse en cuenta que un impacto sobre
el PIB como el que estima el Banco de España requiere una reducción “sostenida”
de la cotización del petróleo. Esto es: necesitamos varios trimestres
consecutivos para que el petróleo barato se traduzca en crecimiento y creación
de empleo. De hecho, según las investigaciones del Banco de España, las
variaciones del precio del petróleo tardan un año en traducirse en incrementos
del PIB.
En
resumen: la tendencia bajista en el precio del petróleo es una buena noticia,
pero lo sería aun mejor con una política gubernamental activa que sacase todo
el provecho posible del nuevo escenario… seis millones de desempleados no
pueden seguir esperando.
sábado, 29 de noviembre de 2014
El capitalismo mata: la austeridad y los suicidios en Grecia.
Según un artículo de investigación publicado por el doctor en Economía
Nikolaos Anatonakakis, de la Universidad de Portsmouth, las políticas de
austeridad son responsables directas de 500 suicidios en Grecia solo en
los años 2009 y 2010. Si extendiéramos el período de investigación la
cifras crecerías sustancialmente. El artículo puede encontrarse aquí: "Fiscal Austerity, Unemployment and Suicide Rates in Greece".
[Sobre las consecuencias de la política de austeridad fiscal en España puede consultarse: "Desigualdad y pobreza: deterioro de las condiciones de vida en España"].
[Sobre las consecuencias de la política de austeridad fiscal en España puede consultarse: "Desigualdad y pobreza: deterioro de las condiciones de vida en España"].
miércoles, 29 de octubre de 2014
¡Recordad a Cantillón!
Aunque al economista Richard Cantillón (1680 – 1734) se le
recuerda principalmente por las circunstancias luctuosas de su muerte (fue
asesinado y su casa incendiada para ocultar el homicidio), hizo una aportación
básica en la Historia del Pensamiento Económico, a saber: que el efecto de un
aumento de la cantidad de dinero en la economía depende del “modo” en que este
aumento tiene lugar, depende de cómo y a quién se haga llegar ese dinero
adicional.
Cantillón estaba en lo cierto y la historia reciente le da la
razón.
El Banco Central Europeo ha practicado una política monetaria
expansiva desde septiembre de 2008 (quiebra de Lehman Brothers) con grandes
inyecciones de dinero barato vía préstamos a la banca privada europea. En enero
de 2013 el BCE batió el record de dinero prestado: más de 907.000 millones de
euros a tipos inferiores 0´25%. En el caso de la banca española, el récord de préstamos
solicitados al BCE se registró en agosto de 2012: casi 389.000 millones de
euros, más de un tercio de nuestro PIB… de los que actualmente aún se deben
casi 155.000 millones.
Y sin embargo esta política de dinero abundante y barato
lejos contribuir a la recuperación de la economía europea, nos aboca a una
tercera recesión. La razón radica en el modo elegido para su instrumentación:
utilizar la banca privada como intermediario en la ejecución de la política
monetaria.
Craso error: como un oso que acumula alimentos antes de
hibernar a la espera de la primavera, la banca privada acumula dinero barato,
pero no lo presta, a la espera de que vuelva los buenos tiempos. Pero con esa
actitud sólo consigue deprimir más la economía y que sean cada vez más las familias
incapaces de hacer frente a sus deudas: por eso la tasa de morosidad supera ya el
13%, y no cede pese a los anuncios de recuperación que propaga el Gobierno. La
realidad es que a pesar de los ingentes recursos recibidos, el crédito a
familias y empresas lleva 58 meses contrayéndose: al no prestar, la banca
privada impide que la actividad económica despegue y es causante de más
morosidad. Un círculo vicio que sólo pueden romper los poderes públicos con una
política económica expansiva en los ámbitos fiscal y monetario.
¿Podía haberse hecho las cosas de otra manera?
Desde luego, aunque todas las alternativas chocaban con la
línea de flotación del pensamiento neoliberal que domina las instituciones
europeas.
En primer lugar podría haberse establecido cierta
condicionalidad al dinero barato del BCE: exigir a los bancos prestatarios el
cumplimiento de ciertas metas de crecimiento del crédito a familias y hogares. Y
poner límites a los tipos de interés por operaciones de crédito al consumo y por
la utilización de tarjetas de crédito. Además, hubiera sido muy efectivo
utilizar el sistema de banca pública para canalizar el dinero a los ciudadanos.
En particular hubiera sido muy útil utilizar la red capilar de oficinas de las
cajas de ahorro para ese empeño. Pero España ha hecho todo lo contrario: desde
los años 90 se embarcó en una irresponsable carrera por privatizar la banca
pública (Caja Postal, Banco Exterior, Banco de Crédito Local, etc) y las cajas
de ahorro han sido transformadas a la fuerza en bancos privados para regocijo
de los grandes banqueros de siempre.
En segundo lugar, debería haberse inyectado parte de se
dinero en las Administraciones Públicas a tipo de interés cero, facilitando
políticas keynesianas y ahuyentando a los especuladores que se ceban con la
prima de riesgo. Si hay dinero al 0% de interés para la banca privada, ¿por qué
no puede haberlo para los gobiernos de España o Grecia? Antes de la crisis el
15% del déficit obedecía al pago de intereses de la deuda pública, hoy supera
el 55%. La especulación nos cuesta dinero a los contribuyentes y a los usuarios
de los servicios públicos: el BCE podía haberla evitado prestando a los
gobiernos para que estos no hubieran tenido que acudir a unos mercados
dominados por los especuladores. Además, una parte sustancial del déficit tiene
carácter coyuntural o cíclico: se debe a que la economía está funcionando por
debajo de sus niveles “normales”, y por tanto los ingresos fiscales también son
muy inferiores a los que corresponde a un nivel de pleno empleo. Una política
expansiva que reactive la economía generaría recursos tributarios suficientes
para reducir de un plumazo el déficit público en 3´8 puntos del PIB. Habríamos
evitado los conocidos recortes presupuestarios que no sólo han deteriorado los
servicios públicos sino que han contribuido a prolongar la crisis económica al
deprimir la demanda agregada.
En tercer lugar debería haberse instrumentado un plan de rescate
a las familias: el elevado endeudamiento de los hogares pesa como una losa sobre
el consumo y lastra la recuperación económica. Dicho endeudamiento puede
reducirse con la creación de un fondo para facilitar una moratoria a las
familias incapaces de hacer frente a sus monstruosas hipotecas. Habrían bastado
unos 45.000 millones de euros: apenas el 12% del dinero prestado a la banca. Y
también hubiera sido oportuno incorporar un plan fiscal para la quita parcial
de la deuda de los hogares a costa de los balances de la banca: esas deudas
nunca debieron contraerse porque son resultado de la especulación inmobiliaria
que elevó artificialmente el precio de las viviendas, y no es justo ni
eficiente que se paguen en su totalidad. Habríamos evitado desahucios, el menor
endeudamiento habría dinamizado el consumo y, a la postre, hasta la banca se
había beneficiado de esta política porque todo ese dinero habría fluido por el
circuito bancario.
Pero para desgracia nuestra el dogmatismo de quienes nos
gobiernan impide implementar soluciones creativas en materia de política
económica.
P.D.: hoy conocemos la obra de Cantillón gracias a los
esfuerzos de otro brillante economista británico, Stanley Jevons (1835 – 1882),
también fallecido a la temprana edad de 47 años ahogado a causa de una
indigestión en las plácidas aguas de un balneario.
[También puede interesarte: "Desigualdad y pobreza: deterioro de las condiciones de vida en España".]
[También puede interesarte: "Desigualdad y pobreza: deterioro de las condiciones de vida en España".]
miércoles, 22 de octubre de 2014
El oneroso rescate de Europa
Acaban de cumplirse seis años de la quiebra del banco de inversión
norteamericano Lehman Brothers, aldabonazo de la crisis financiera global que
aún nos acecha: se hundió el PIB europeo y el desempleo escaló hasta a niveles
históricos. Además, la ralentización de la economía tuvo como consecuencia inmediata
el aumento del déficit público incluso en países en los que, como España, se
había gozado de superávit gracias a las mieles de la especulación inmobiliaria.
Repentinamente descubrimos que el sistema financiero era un gigante
con pies de barro: la especulación de todo tipo que había florecido a la sombra
de la política de dinero barato del BCE para hacer más digerible la
implantación del euro, cesó. Y descubrimos que nuestros bancos, nunca
inocentes, habían participado de prácticas delictivas como la comercialización
masiva de “activos tóxicos” (derivados de hipotecas “subprime”, participaciones
preferentes…). De la noche a la mañana el patrimonio bancario se volatilizó…
pero todos debíamos mucho a unos bancos que no valían nada.
Pese a algunos tímidos ensayos keynesianos (el “Plan – E” de Zapatero)
pronto se impuso la lógica neoliberal de los Tratados de la Unión Europea y los
Estatutos del BCE.
Los banqueros impusieron su lógica nefasta: nada de reformar el
capitalismo, nada de una Europa más social, nada de políticas keynesianas… “salvando
la banca salvamos Europa”. Como la quiebra de Lehman Brothers había derivado en
la paralización de los mercados financieros internacionales, el crédito había
cesado y la actividad económica se había frenado. Nada en apariencia más
sencillo que tratar de insuflar vida (dinero) al sistema financiero para que el
crédito volviera a fluir y recuperar la prosperidad perdida. Absurdo: volver a
engrasar la maquinaria especulativa de los bancos quebrados para que esos
mismos bancos tradujesen el rescate bancario en crecimiento económico.
Los “planes de rescate” fueron la herramienta elegida retornar al
paraíso perdido. Un “plan de rescate” es un contrato entre un país
“intervenido” y sus rescatadores para concederle el crédito que ya no puede loghrar
emitiendo bonos en los mercados. El rescatador, en este caso la “troika” (Comisión
Europea + BCE + FMI), exige en contrapartida una serie de medidas de política
económica (“condicionalidad”), amén de la devolución del crédito con sus
correspondientes intereses.
Los planes de rescate europeos poco diferían de los que el FMI aplica en
el Tercer Mundo… Sí: el FMI dirigido por delincuentes como Rodrigo Rato,
Strauss – Kahn o Lagarde…
En primer lugar el dinero prestado ha de destinarse a salvar la banca
y, el sobrante, a reprogramar la deuda pública: los acreedores antes que los
ciudadanos. En segundo lugar, los gobiernos intervenidos se comprometen a
reducir su déficit hasta el 3% fijado por el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento, recortando gasto público e incrementando los impuestos indirectos
(IVA). Tales recortes no sólo debían ayudar a reducir el déficit sino, de paso,
eliminar “privilegios” a la acomodada clase obrera europea, poco dada a
competir por culpa del “generoso” Estado de Bienestar, garante de servicios educativos
y sanitarios para todos.
Por la misma razón, los planes de rescate incluyen reformas laborales
que faciliten y abaraten el despido y retrasen la jubilación. Además, los
planes de rescate habrían de favorecer la concentración bancaria (menos bancos
pero más poderosos), prohibiendo la indemnización a ahorradores que hubieran
sido estafados con fórmulas como las “participaciones preferentes”, “cuotas
participativas” o productos similares. Borrón y cuenta nueva a favor de la
banca.
Contrariamente a lo que sostiene Rajoy, España sí ha sido intervenida:
el plan de rescate, denominado ampulosamente “Memorándum de Entendimiento”
(MoU, en inglés), se firmó con la “troika” el 20 de julio de 2012.
Estos planes han ido acompañados de jugosos fondos para la banca en
condiciones muy ventajosas.
De una parte los gobiernos de la Unión Europea dieron a la banca
subvenciones a fondo perdido que ascienden a más de 175.000 millones de euros. Sumemos
la adquisición de pasivos emitidos por los bancos quebrados y que nunca se recuperarán:
otros 198.679 millones de euros. Y para redondear la operación, los gobiernos
han concedido a la banca avales y contratos de indemnización frente a posibles
pérdidas por importe de otros 505.189 millones de euros. A día de hoy el dinero
público movilizado por los gobiernos a favor del sistema financiero asciende a
878.910 millones de euros.
Pero eso no es todo. Sumemos el dinero movilizado por el BCE, que ha
llegado a prestar a la banca más de 900.000 millones de euros a tipos que
rondan el 0% – 0´25% para devolver en cómodos plazos. Hoy la banca aún debe más
de 507.000 millones y no parece que tenga prisa en devolverlos: invertirlos en
deuda pública norteamericana al 3% o 4% es la estrategia que siguen, estrategia
de “esperar y ver”, estrategia de “cobrar pero no prestar”, que está retardando
sine die la recuperación europea.
Y mientras tanto se niega el pan y la sal a los gobiernos nacionales
para financiar políticas expansivas creadoras de empleo o políticas sociales que
compensen los dramáticos efectos de la crisis. No es posible implementar
políticas de este tipo (keynesianas) si no hay dinero abundante y barato. Al
BCE le correspondía haber jugado ese papel, pero los redactores de sus
estatutos se encargaron de prohibir expresamente que el BCE comprase deuda pública
en el “mercado primario”. Prestando al 0% – 0´25%, podría haber evitado que los
gobiernos tuviesen que enfrentarse a “primas de riesgo” abusivas y exorbitantes
que consumían los menguantes presupuestos públicos y sólo beneficiaban a los
especuladores.
El balance de los programas de ajuste no puede ser más decepcionante.
En el cuadro adjunto resumimos la evolución de los países intervenidos.
Llama la atención la enorme “brecha de renta”, esto es, la diferencia
entre la renta per cápita actual y la que disfrutaban los ciudadanos justo
antes de la crisis. Esa brecha mide lo que a un país le falta por recorrer para
restablecer los niveles de bienestar previos a la crisis, y va desde los -5´6
puntos de PIB de Portugal hasta los -23´2 de Grecia. Tampoco existe garantía de
que esos niveles se vayan a recuperar: las políticas de austeridad contraen el
PIB y puede que la brecha de renta se agrande, máxime cuando todo apunta que Europa se encamina a una tercera recesión.
También se aprecia cómo los programas de ajuste han enquistado el
desempleo en niveles récord (26% en Grecia, 25´5% en España, 19% en Chipre…) lo
cual ha empobrecido dramáticamente a amplias capas de la población. La pobreza,
que ayer se consideraba propia de países tercermundistas, afecta hoy a más del
25% – 30% de la población en los países intervenidos.
Principales indicadores socio –
económicos de los países intervenidos
|
|||||
Brecha de renta
|
Paro
|
Pobreza
|
Deuda pública
|
Incremento deuda
|
|
Irlanda
|
-11,6
|
11,4
|
30,0
|
121,0
|
96,1
|
Grecia
|
-23,2
|
26,0
|
34,6
|
177,2
|
69,9
|
España
|
-8,3
|
25,5
|
28,2
|
100,2
|
63,9
|
Chipre
|
-15,5
|
19,2
|
27,8
|
122,2
|
63,4
|
Portugal
|
-5,6
|
15,4
|
25,3
|
126,7
|
58,3
|
Fuente:
Comisión Europea y Eurostat.
|
Y aun si mañana mismo se iniciase la recuperación, el coste del
rescate y de las políticas de austeridad lastrarán durante años nuestra
prosperidad ya que tales políticas han incrementado sustancialmente el
endeudamiento de los países intervenidos, en todos los cuales supera hoy el
100% del PIB. A esos niveles exorbitantes se ha llegado como se indica en el
cuadro por el incremento de deuda operado desde 2007: la devolución de esos
créditos y el pago de los intereses correspondientes pesarán sobre los presupuestos
públicos en las próximas décadas, impidiendo la financiación de políticas
sociales.
Curiosamente en países que como Islandia han diseñado una política
económica heterodoxa, renunciando a las políticas de austeridad, enfrentándose
a los mercados financieros y encarcelando banqueros, la brecha de renta es de
sólo 0´5 puntos del PIB y su desempleo apenas lega al 5´1%.
[ Y hablando de cajas de ahorros... " Estafa E Ingeniería Financiera: El Caso De La Caja De Ahorros Del Mediterráneo"]
[ Y hablando de cajas de ahorros... " Estafa E Ingeniería Financiera: El Caso De La Caja De Ahorros Del Mediterráneo"]
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