La tasa de ahorro
de los hogares ha experimentado una dramática caída en el primer trimestre de
2014, situándose en el –1,9% de su renta disponible, su nivel mínimo en la
serie disponible (desde el año 2000). El ahorro de los hogares en el primer trimestre del año ha sido de –2.987 millones de euros,
frente a los 4.036 del primer trimestre de 2013.
La noticia es
grave, aunque habrá que esperar a la difusión de datos adicionales
(principalmente del Banco de España) para interpretar en toda su complejidad
este dato y valorar sus posibles repercusiones.
Se pueden
adelantar sin embargo algunas impresiones.
En primer lugar
ahorro negativo implica necesidad de financiación justo cuando el entorno
financiero se caracteriza por el racionamiento crediticio. Ahorro negativo
significa que los hogares han gastado más de lo que han ingresado (renta
disponible). La diferencia debe financiarse de alguna manera: a) con préstamos
(en un sentido amplio, desde préstamos bancarios hasta tarjetas de crédito); b)
liquidando activos financieros (desde dinero ahorrado en depósitos bancarios
hasta la venta de bonos o acciones) o c) con crédito comercial (la “púa” que
dejamos en el supermercado o en la peluquería… hasta cobrar nuestro sueldo a
principios de mes).
En segundo lugar,
el dato siembra dudas sobre la continuidad del proceso de desapalancamiento
financiero iniciado tras la implosión de la burbuja inmobiliaria. Téngase en
cuenta que el “boom inmobiliario” (1999 – 2007) se apoyó en una desorbitada
expansión del crédito en todos los sectores de la economía. El endeudamiento de
las familias, que a mediados de los noventa no alcanzaba al 50% del PIB, se
duplicó durante el “boom”. Con el inicio de la crisis se produce un proceso de
firma “desapalancamiento” (reducción de la deuda contraída con la banca): las
familias amortizan crédito y paralelamente la banca congela la concesión de
nuevos créditos. El ahorro negativo impide continuar este proceso ya que el
ahorro es lo que sirve (aunque el ciudadano no se de cuenta de ellos) para
amortizar créditos. Sin ahorro positivo no es posible el desapalancamiento y, a
falta de más datos, podemos sospechar que nos enfrentamos a un incremento de la
morosidad crediticia, lo cual podría redundar en un deterioro de los balances
bancarios y a la necesidad de un segundo rescate, cuando el Gobierno sigue
celebrando la (presuntamente) exitosa culminación del último (el denominado
Memorándum de Entendimiento o MoU, firmado con la “troika” el 10 de julio de
2012).
En tercer lugar no
podemos olvidar que, en términos de bienestar, ahorro negativo implica que los
hogares dependen del crédito para financiar gastos esenciales, cuando
tradicionalmente había sido para la adquisición de bienes de elevado importe
(vivienda, automóviles, mobiliario y electrodomésticos, grandes viajes, etc). Y
el acceso al crédito (del tipo que sea) no depende en exclusiva de la voluntad
del consumidor sino, sobre todo en estos momentos, de la voluntad de quien ha
de concederlo (bancos, etc).
En definitiva, la
negativa evolución del ahorro familiar genera serias dudas sobre la evolución
del ciclo económico: probablemente estamos ante la reedición del fracaso del
año 2010, cuando todo parecía indicar que la economía española retomaba la
senda del crecimiento.
[Y además..."La Nairu y la Pseudociencia Neoliberal"]
[Y además..."La Nairu y la Pseudociencia Neoliberal"]
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